¿Casarse o entrar al monasterio?
Que nadie crea que todos los que entran al monasterio se salvan, simplemente por el hecho de hacerse monjes.
Que nadie crea que todos los que entran al monasterio se salvan, simplemente por el hecho de hacerse monjes. Cada uno de nosotros tendrá que explicar, ante Dios, si supo (o no) santificar la vida que eligió. Lo que se necesita, en todo caso, es tener grandeza de alma. Dios no hace que nadie sea afortunado o desafortunado, pero aquel que carezca de grandeza de alma será siempre un desgraciado, sin importar la forma de vida que elija. Por su parte, quien tenga grandeza de alma, avanzará y crecerá en donde esté, porque la Gracia estará con él. Hay personas casadas que viven de forma virtuosa y así se santifican. Si los esposos aman a Dios y se sienten atraídos por Su amor, podrán alcanzar un gran crecimiento espiritual. Y, con esto, también estarán llenando de virtudes a sus hijos, creando, así, una buena familia, por la cual obtendrán una gran retribución por parte de Dios.
Por eso, cada joven debe asumir como propósito personal el esforzarse en hacer crecer su alma, de manera que pueda santificar la vida que habrá de elegir. ¿Quiere casarse? Que se case, pero que se esfuerce en convertirse en un buen padre de familia y que aprenda a vivir en santidad. ¿Quiere dedicarse a la vida monástica? Que se haga monje, pero esforzándose en hacerse un buen monje.
Que cada uno mida sus fuerzas, para ver qué puede hacer y, después, elegir qué camino seguir.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Viața de familie, Editura Evanghelismos, București, 2003, p. 18)