¡Claro que es posible sanar el alma!
Pero la lucha no termina, solamente deviene en lo que tiene que ser: ¡una lucha contra el pecado de creernos dioses y de intentar hacer algo según nuestra voluntad, sin Dios!
Hay sanación, pero la lucha no termina, solamente deviene en lo que tiene que ser: ¡una lucha contra el pecado de creernos dioses y de intentar hacer algo según nuestra voluntad, sin Dios!
Hay sanación, solamente que crucificar el deseo de salvarte “aferrándote a alguien, para que alivie los dolores de tu alma” es algo muy doloroso, es el sufrimiento de apartarse de algo a lo que nos hemos acostumbrado. En otras palabras, es la agitación física y espiritual producida por no tener las sustancias que nos producen un cierto placer en el cerebro. Y ese placer, que puede parecer un tormento a primera vista, no está tan presente en la persona a la cual te aferras, en tanto consista en sentirte decepcionado, sentirte una víctima, o vivir “la verdad de que nadie te entiende ni te ama…”.
Así pues, la sanación implica, sobre todo, soportar ese sufrimiento, con la ayuda de Dios.
Ahí, en ese sufrimiento producido por la ausencia de dicha “droga”, podemos conocer nuestra impotencia y pedir el auxilio de Dios para poder librarnos de él.
(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Gânduri din încredințare, Editura Doxologia, Iași, 2012, pp. 108-109)