¡Claro que es posible volver a la senda!
Cuando entiendes qué milagro ocurre contigo cuando renuncias al mal para volver al bien, no puedes sino desear que todos hagan lo mismo.
El hombre, por más que caiga, nunca, mientras viva, habrá caído irremediablemente. Porque el mundo entero es sostenido por Dios. Dios sostiene al mundo entero con Su amor y Su cuidado... Y nosotros, teniendo libertad, nos dirigimos sea al bien, sea al mal. Podemos hacer lo que Dios quiere, y Él nos mantendrá en este mundo, alimentándonos, si le pedimos Su auxilio. O podemos hacer lo contrario a lo que Él dice, y nos mantendrá en este mundo por Su Providencia, pero sin apoyarnos.
Cuando decimos que Dios permite, no se trata de una inactividad, como decir “Déjalo que vea”... Él está con nosotros cuando nos dirigimos a pecar (Él está conmigo cuando bebo y sufre en Su Ser el sufrimiento de mi cerebro) y nunca nos perderemos mientras vivamos, mientras tengamos la voluntad de hacer el bien, es decir, de actuar según Él.
Por eso, resulta pueril decir que Dios no me perdona. Es una cosa de orgullo. De hecho, yo no quiero perdonarme. Cuando entienda esto, me será más sencillo perdonar a los demás. Cuando entiendes qué milagro ocurre contigo cuando renuncias al mal para volver al bien, no puedes sino desear que todos hagan lo mismo. Especialmente. aquel que te ofendió.
(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Uimiri, rostiri, pecetluiri, Editura Doxologia, p. 47)