Me pides mi pecador consejo y bendición para casarte con la chica que has elegido. Si estás sano y ella también, si se gustan y ella muestra un comportamiento esperanzador, si su madre también tiene un buen carácter, sin dobleces, claro que puedes casarte con ella.

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[...] Si tu hijo está sano y nunca prometió dedicarse a la vida monacal, si desea casarse, puede hacerlo. Dios los bendecirá. Sin embargo, que la novia sea una chica noble, humilde. Si la madre de la novia es humilde, con certeza lo será también su hija, porque, como dice el refrán,“de tal palo, tal astilla”.

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Me pides mi indigna bendición para la elección de determinada muchacha como futura esposa de tu hijo. Después de recibir esta carta, te pido que procures conocer de mejor manera a aquella chica. Si en verdad tiene todas esas virtudes que dices, Dios bendecirá este comienzo. [...]

Finalmente, quiero agregar lo siguiente: todo saldrá bien en la medida en que nos esforcemos en ser buenos, así como nos pide Dios con sus mandamientos. San Justino Mártir dice que nuestro Señor Jesucristo, en su juventud, trabajó fabricando arados y yugos, demostrando con esto que los hombres deben trabajar honradamente y llevar recíprocamente las cargas de esta vida, así como dos bueyes avanzan en yunta. Si uno de ellos se queda atrás, al otro le será más difícil caminar. Si los esposos compartieran de forma equitativa y cristiana todas las cargas de la vida, entonces las personas vivirían bien, aún en este mundo. Sin embargo, debido a que muchas veces los esposos son débiles en la bondad, inestables, nuestro bienestar terrenal no fructifica.

(Traducido de: Sfântul Ambrozie de la Optina, Sfaturi pentru familia creștină, traducere din limba rusă de Doctor în teologie Gheorghe Zapotinschi, Editura Platytera, București, 2006, pp. 68-69)