¿Cómo obra el espíritu de la vida mundana?
“¡Perdóname, Señor, si he pecado con mis pensamientos, mis actos y mis palabras!”.
El espíritu de la vida mundana actúa como la embriaguez. Entra y entra, sin que apenas lo notemos... Pero, en un momento dado, todo se vuelve borroso ante los ojos del hombre... Y cuando este intenta ver a su alrededor, solamente es capaz de notar cómo todo gira de un lado para otro…
¡Por eso es que no debemos buscar distraernos o divertirnos a toda costa! Y si lo hacemos, lo más recomendable es proceder como Job. Sus hijos se divertían cada noche. Pero, cada mañana, Job presentaba un sacrificio en nombre de sus hijos ante Dios, para purificarlos, sabiendo que era posible que en algo hubieran pecado. Eso mismo es lo que debemos hacer después de recrearnos. Mientras nos distraemos o nos divertimos, nuestros pensamientos brotan como un torrente que no se detiene. Pero el Señor esta cerca y lo ve todo, y también toma nota de cada cosa que hacemos, decimos o pensamos… Por esta razón, después de distraernos es recomendable orar: “¡Perdóname, Señor, si he pecado con mis pensamientos, mis actos y mis palabras!”.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Sfaturi înțelepte, Editura Egumenița, Galați, p. 50)