¿Cómo orar por nuestros difuntos?
Las lágrimas volvieron a mí y profundos suspiros me comprendían cada vez que oraba por quienes ya no están entre nosotros.
Un asceta me preguntó: “¿Lloras por tus pecados?”. Le respondí: “Poco, pero lloro mucho por los difuntos”. Entonces me respondió: “Llora por ti mismo, que el Señor se apiadará de los otros. Esto es lo que afirmaba el higúmeno Macario”. Le obedecí y dejé de llorar por los difuntos... pero entonces ya no puede llorar ni por mí mismo.
Todo esto lo hablé con otro asceta, uno que tenía el don de las lágrimas. Aquel monje solía meditar sobre los sufrimientos del Señor y la forma en que padeció por nosotros, y cada día derramaba muchas lágrimas. Así, le pregunté::
—¿Debería orar con más fervor por los muertos?
Él, suspirando, me respondió:
—¡Si al menos pudiera sacar a todos del infierno...! Solamente así mi alma encontraría paz y se alegraría.
Diciendo esto, hizo un gesto con las manos y brazos, como si estuviera juntando ramilletes en el campo, y piadosas lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.
Así, me decidí a seguir orando por los difuntos. Las lágrimas volvieron a mí y profundos suspiros me comprendían cada vez que oraba por quienes ya no están entre nosotros.
(Traducido de: Sfântul Cuvios Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii şi iadul smereniei, Editura Deisis, Sibiu, 2001, p. 248)