¿Cómo podré alcanzar la salvación?
“Ninguno te respondió cuando hablaste mal de ellos, ni cuando empezaste a ensalzarlos...”
Cierta vez, un monje vino a buscar a San Macario de Egipto, y le dijo: “Padre, dígame algunas palabras que me ayuden a salvarme”. Y el anciano respondió: “Vete al cementerio y ponte a insultar a los difuntos”. Dicho y hecho. El monje se fue al cementerio, y no sólo insultó a quienes allí reposaban, sino que hasta apedréo algunos cuantos sepulcros. Volviendo a donde estaba el anciano, éste le preguntó: “¿Alguno te respondió?”. “No”, respondió el monje. “Bien, ahora vuelve al cementerio y, en vez de insultar, dedícate a elogiar a los muertos”. Así lo hizo el monje, no sólo encomiando a los reposados, sino que incluso llamándoles “apóstoles, santos, justos, etc.”. Al volver, le contó al anciano lo que había hecho. Éste le preguntó nuevamente: “¿Alguno te respondió?”. “No”, dijo otra vez el monje. Replicó el anciano: “Ninguno te respondió cuando hablaste mal de ellos, ni cuando empezaste a ensalzarlos. Ninguno dijo nada. Lo mismo debes hacer tú, si quieres salvarte. Debes ser como un muerto, sin condenar, sin enfurecerte, mucho menos envaneciéndote. Así te salvarás”.