Palabras de espiritualidad

¿Cómo progresar espiritualmente?

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Un hábito bueno, acompañado de la Gracia Divina, se convierte en una segunda naturaleza.

Con la misma rapidez con la que adquieres una virtud también podrías perderla. Mientras más difícil te resulte alcanzarla, más firme esta será. Justo como aquella calabaza que, creciendo, le dijo al árbol:

¿Has visto cómo he crecido en apenas unos días? ¡Tu estás ahí desde hace no sé cuantos años, y tienes casi la misma altura!

, respondió el árbol, ¡pero tú aún no conoces las tormentas, las olas de calor y las heladas!

Poco tiempo después, la calabaza se secó, y el árbol siguió,firme, en el mismo lugar.

Lo mismo ocurre con el hombre espiritual. En momentos de tormenta o de serenidad sigue siendo el mismo. ¿Por qué? Porque un tiempo prolongado ha creado estabilidad. Cuando este hombre empezó a renunciar al mundo, su estado espiritual era inestable. Sin embargo, con el tiempo, la Gracia Divina obró progresivamente en su salvación y en librarlo de las pasiones. Así, la persona necesita esforzarse hoy, que la Gracia de Dios empezará a moverse sola al siguiente día.

Luego, no necesitaremos afanarnos en tener buenos pensamientos. La Gracia que vendrá a cada uno será quien los brinde a nuestra mente, sin mayor trabajo. Posteriormente, ¡qué misterios tran grandes podremos ver! Para decirlo de alguna forma, obtendremos la presencia constante de la muerte en nuestra mente, cosa que nos será de gran provecho. Entonces, cuando nos despertemos y abramos los ojos, en vez de sentirnos aún medio dormidos, notaremos que hemos progresado mucho. Habremos pasado ya por el misterio de la visión de Dios, y diremos: “¿Pero cómo fue que ocurrió esto, si yo apenas me estoy levantando? ¿Cómo fue que sucedió?”. La Gracia Divina obra por sí misma, es el resultado de un hábito prolongado. Un hábito bueno, acompañado de la Gracia Divina, se convierte en una segunda naturaleza.

Lo mismo ocurre, sin embargo, con el pecado. Despierto o durmiendo, el pecador piensa todo el tiempo en el mal. Cuando el pecado es reforzado por un hábito vicioso y por el demonio, se convierte en un mal permanente.