Primero, que procure encontrar una muchacha que le descanse espiritualmente, porque a cada uno le ofrece sosiego un carácter amable. Que no busque una novia adinerada y hermosa, sino, ante todo, que sea simple y humilde. Es decir, debe priorizar la belleza interior y no la exterior. Si la joven es una persona de esperanza y coraje, aún sin tener otros atributos de la femineidad, la comprensión y la armonía con su esposo serán mucho más fáciles de lograr. Si, además, tiene temor de Dios y humildad, entonces pueden tomarse de la mano para atravesar las trepidantes aguas de este mundo. Si el joven piensa seriamente en casarse, es mejor que lo hable antes con los padres de ella, a través de cualquier otro familiar, y después dialogarlo directamente con ellos y la chica. A continuación, si se dan su palabra y se comprometen, es bueno que no dejen pasar mucho tiempo. El joven debe procurar, en ese período, ver a su prometida como a una joven hermana suya, y respetarla. Si los dos se esfuerzan, con una especial magnanimidad espiritual, en mantener su pureza, el día de la Boda, cuando el sacerdote les ponga las coronas sobre sus cabezas, recibirán la Gracia de Dios en abundancia. Porque, así como dice San Juan Crisóstomo, las coronas son el símbolo de la victoria sobre el placer.

(Traducido de: Sfântul Cuvios Paisie Aghioritul, Viața de familie, traducere din limba greacă de Ieroschimonah Ştefan Nuţescu, Editura Evanghelismos, București, 2003, pp. 37-38)