Palabras de espiritualidad

¿Cómo puedo lograr amar a Dios, más que a mi propio hijo?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

En otras palabras, aquí se nos da la prueba concreta de cuánto amamos a Dios... ¡amando a nuestro semejante! Pero, atención, ¡este amor por el otro (sea nuestro hijo, nuestro padre, o nuestro cónyuge) no debe llegar a la idolatría! ¿Qué es la idolatría? Poner a quien amas por sobre todas las cosas, incluso sobre Dios. Pero Él debe ocupar siempre el primer lugar.

¿Cómo puedo amar a Dios más que a mi propio hijo, sabiendo que esto es lo correcto? Bien, tomo el amor que comparto con mi hijo, con mi esposo o esposa y con todos los demás, y se lo presento a Dios como ofrenda; se lo ofrezco a Él, amándolo, junto a todos ellos. No hay ninguna incompatibilidad entre el amor a Dios y el amor a los demás. Al contrario, San Juan el Evangelista nos lo explica en una de sus Epístolas: “Si alguno dice: «Yo amo a Dios», y odia a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve ” (I Juan 4, 20). En otras palabras, aquí se nos da la prueba concreta de cuánto amamos a Dios... ¡amando a nuestro semejante! Pero, atención, ¡este amor por el otro (sea nuestro hijo, nuestro padre, o nuestro cónyuge) no debe llegar a la idolatría! ¿Qué es la idolatría? Poner a quien amas por sobre todas las cosas, incluso sobre Dios. Pero Él debe ocupar siempre el primer lugar.

Quisiera traer a colación un caso conocido en la historia de la Iglesia, el de San Timoteo y Santa Maura. Eran dos jóvenes esposos que se amaban mucho. Ambos eran cristianos en una época en la que el cristianismo era perseguido. Timoteo tenía un puesto importante, un cargo envidiado por muchos, y por eso fue denunciado ante las autoridades, debido a su fe cristiana. Fue juzgado y condenado a sufrir terribes tormentos. Pero al ver que nada de eso conseguía hacerlo renunciar a su fe, hicieron traer a Maura, con quien se había casado apenas semanas antes, para que lo convenciera de renegar del cristianismo y así salvar su vida. Sin embargo, lo que hizo Maura fue darle valor y alentarlo a no ceder, reconociendo, frente a los que martirizaban a su esposo, que ella también era una ferviente cristiana. Así, también ella fue condenada a morir. Ambos prefirieron el martirio y fueron crucificados frente a frente. Su amor recíproco permaneció intacto hasta el último momento, sin renunciar con ello al amor por Cristo.

¡Desde luego que esto no es fácil! Sólo los héroes, esos que tienen alma y corazón de mártir pueden llegar a tal nivel y, evidentemente, Dios les otorgó ese don, porque sabía que sólo a través del amor (del uno para el otro, así como el amor por Él) podían alcanzar tal estado. Tal es, entonces, la forma en que se completa el amor por nuestro esposo o esposa, por nuestros hijos y por los demás, perfeccionándose en el amor a Dios.

(Traducido de: Preot Dr. Vasile Gavrilă, Duhovnicul de la miezul nopții, Editura Fundației „Tradiția Românească”, București, 2011, pp. 210-212)