¿Cómo puedo obedecer a un sacerdote, cuando ni él mismo respeta lo que me pide que yo haga?
La obediencia hacia nuestro Padre Espiritual es útil sólo para nosotros mismos y no para él (¡así como las indicaciones de circulación que dan los agentes de tránsito son útiles sólo para los conductores, no para los mismos agentes!)
¿Qué hacen los agentes de tránsito que recorren las carreteras? Le muestran a los pilotos el camino seguro, para que lleguen sanos y salvos a su destino. Lo mismo hacen los sacerdotes: le indican a las almas que confían en ellos, el camino más seguro y libre de problemas para llegar a la Ciudad Celestial, el Reino de Dios.
“Obedezcan a sus dirigentes y estén sumisos, pues ellos se desvelan por sus almas, de las cuales deberán rendir cuenta. Ojalá esto sea para ellos motivo de alegría y no un peso, pues no les traería a ustedes ventaja de ninguna clase.” (Hebreos 13, 17).
La obediencia hacia nuestro Padre Espiritual es útil sólo para nosotros mismos y no para él (¡así como las indicaciones de circulación que dan los agentes de tránsito son útiles sólo para los conductores, no para los mismos agentes!)
Puede que digas: “Yo no sé, por mí mismo, cómo llegar a la Ciudad Celestial. ¿Necesito de un Padre Espiritual?”
La imaginación, los deseos pecaminosos, el buscar constantemente los placeres, etc., te muestran caminos incorrectos, cual si se tratara de sendas seguras:
“Muchos caminos le parecen buenos al hombre, pero donde ellos terminan empiezan los caminos de la muerte” (Proverbios 16, 25).
Blaise Pascal dice:
“Indiferentes, caminamos hacia el abismo, después de poner frente a nosotros algo que nos impide ver ese abismo”.
Entonces, para evitar todo mal y cualquier despeñadero, es necesario tener un Padre Espiritual que conozca bien todos los caminos a seguir (¡Y a quien deberás obedecer!) Nuevamente me responderás: “¿Cómo puedo confiar en un sacerdote, cuando ni él mismo respeta lo que me pide que yo haga?”
Cuando un agente de tránsito, uno lleno de vicios, te dice: “¡Este es el camino!”, le obedeces sin tomar en cuenta su estado moral. ¡Lo mismo debes hacer cuando se trata de tu propio guía espiritual! ¡Le obedeces, sin tomar en cuenta sus acciones! Cristo exhortó al pueblo a escuchar a los fariseos perversos, porque ocupaban el trono de Moisés (Mateo 22, 2-3). Esto es, entonces, aplicable aún en mayor medida a los sacerdotes, que son los discípulos de Cristo. “
No importa cuán licencioso sea, ni de cuántas imprecaciones sea merecedor, mientras sus enseñanzas estén de acuerdo a las Sagradas Escrituras, debes obedecerle, aún si él mismo no las obedece, ¡precisamente porque está en el lugar de Cristo!” (San Juan Crisóstomo, Homilía 72, 1, en el Evangelio de San Mateo)
(Traducido de: Arhimandrit Vasilios Bacoianis, Duhovnicul și spovedania, traducere din limba greacă de Preot Victor Manolache, Editura de Suflet, București, 2012, pp. 96-98)