¿Cómo se multiplica el mal en el mundo?
Por su propia naturaleza, todo mal es asesino, porque mata en el hombre hasta el más pequeño ápice de lo divino y lo celestial; y si no lo mata, lo ensucia, lo enturbia, lo arranca y lo empuja afuera del hombre.
¿Es posible sanar la ceguera con la sordera? ¿O la peste con la lepra? ¿Es posible saciar el hambre con la sed? Desde luego que no. De la misma forma, el mal no puede sanarse con más mal, porque el mal crece cuando le damos más mal.
En nuestro mundo humano, el mal se alimenta y crece por medio del mal. Hasta el mal más pequeño, en su esencia, está vinculado a todo el mal que hay en el mundo Y el hombre, haciendo el mal, se hunde un poco más en el mar del mal. Y cuando alguien responde con el mal a quien le ha ofendido, se está hundiendo dos veces más profundamente en el océano del infierno, porque con su mal está arrastrando a otros, provocando más mal, incitándolos al mal y estimulándolos a hacer el mal.
Por su propia naturaleza, todo mal es asesino, porque mata en el hombre hasta el más pequeño ápice de lo divino y lo celestial; y si no lo mata, lo ensucia, lo enturbia, lo arranca y lo empuja afuera del hombre. De esta forma, cuando el hombre devuelve el mal recibido, está matando su propio ser y asesinando su misma alma, porque, obrando el mal, se aleja de Dios, Quien es la Fuente de la vida y del bien.
(Traducido de: Arhim. Justin Popovici, Epistola întâia către Tesaloniceni, Editura Bizantină, București, 2005, pp. 131-132)