Palabras de espiritualidad

¿Cómo tengo que vestirme?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

El cristiano tiene que preferir ataviarse con el vestido de las virtudes: la fe, el temor de Dios, la templanza, la contrición, el cuidado de la mente y el corazón, la esperanza, la humildad y el amor.

El hombre que lucha por controlar y ordenar moralmente sus pensamientos y sus palabras, tiene que estar atento también a la forma en que se presenta ante los demás, incluyendo su forma de vestir. Los primeros hombres, cuando en ellos no existía el pecado y el apetito, no necesitaban cubrir su cuerpo. Solamente después de la caída, se dieron cuenta de que estaban desnudos, y por eso se les dio aquellas “túnicas de piel”, para que cubrireran la desnudez de su cuerpo y de su alma. Esos ropajes son la expresión de la caída del hombre en los apetitos del cuerpo. Tal como al cristiano se le recomienda equilibrio y mesura en su vida interior, también se le aconseja modestia, humildad y decencia en su forma de vestir. El hombre exterior refleja la imagen del hombre interior. El exterior representa lo que hay dentro: equilibrio, o un grave desorden interior. Si la ropa cara y el lujo son la expresión de la vanagloria, la ropa provocadora e indecente manifiesta el apetito y la búsqueda del placer carnal, constituyendo también una causa de pecado para los demás. Lo que tiene que buscar el cristiano no es emperifollar su cuerpo con ropas extravagantes, siguiendo una moda que tiene poco en común con una moral elevada, sino ataviarse con el vestido de las virtudes: la fe, el temor de Dios, la templanza, la contrición, el cuidado de la mente y el corazón, la esperanza, la humildad y el amor. Respondiendo a la pregunta: “¿Cómo debe vestirse el cristiano?”, San Basilio el Grande dice que “está claro que el primer uso que se le dio a la ropa fue precisamente ese que Dios Mismo les dio a quienes la necesitaban”. Y “Dios les hizo unas túnicas de piel” (Génesis 3, 21); porque, para cubrir las partes pudendas del cuerpo basta con una simple túnica. Pero, ya que la ropa también tiene otro propósito, el de procurarnos el calor que nuestro cuerpo necesita, es imperioso que la ropa cumpla con ambos objetivos.

(Traducido de: Preot Ioan C. Teşu, Patima desfrânării şi lupta împotriva ei. Frumuseţile căsătoriei şi ale familiei creştine, Editura Credinţa strămoşească, 2003, p. 97)