Palabras de espiritualidad

“¿Cómo voy a hacer este mal tan grande, pecando contra Dios?”

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

No pierdas la esperanza. Ten valor, porque Dios es misericordioso y compasivo.

«Me duele que hayas caído el pecado mortal del desenfreno y el adulterio, pero también me alegra que te hayas levantado después de caer. Que todo lo ocurrido sea una lección para ti, para no volver a pecar. Te has repuesto. Agradécele a Dios por haberte dado la oportunidad de arrepentirte y vive desde ahora con mayor atención, porque el enemigo, cual león hambriento, busca siempre a quién devorar. ¿Qué fue lo que te pasó? Que dejaste de pensar que Dios está siempre presente, por eso el demonio y aquella mujer te engañaron, y terminaste obedeciéndoles. Quebrantaste el mandamiento de Dios, que dice. “No cometerás adulterio” y “Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario” (I Corintios 3,17). Acuérdate que el juicioso José fue tentado, hace tantos siglos, por aquella desvergonzada mujer, para que pecara con ella. Sin embargo, él no cedió ante sus pretensiones. “¿Cómo voy a hacer este mal tan grande, pecando contra Dios?”, dijo, prefiriendo el encarcelamiento y la posible muerte, antes que pecar. Con esto no sólo se libró de pecar, sino que también Dios le enalteció y le seguirá enalteciendo eternamente en los Cielos.

Por eso, no pierdas la esperanza. Ten valor, porque Dios es misericordioso y compasivo. Así como recibió nuevamente a Su hijo pródigo, David, a Manasés, a la mujer adúltera y al ladrón, también a ti te recibirá. El astuto demonio te hirió, encandilándote con esa mujer... Hiérelo tu ahora, con tu contrición sincera y tu oración. El hijo pródigo se arrepintió y recibió nuevamente el don de ser hijo de su padre. David se arrepintió y recibió el carisma de la profecía. El ladrón se arrepintió y fue el primero en entrar al Cielo. Y muchos más, adúlteros y adúlteras, publicanos, ladrones, etc., no sólo se redimieron por medio de la contrición, sino que también se santificaron. También tú, si así lo quieres, con la ayuda de la Gracia de Dios, puedes santificarte y entrar en el Cielo».

(Traducido de: Arhim. Filothei Zervakos, Ne vorbește Părintele Filothei Zarvakos, Editura Egumenița, p. 222-223)