Palabras de espiritualidad

Confesémonos confiando en el perdón y el amor de Dios

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Confesémonos con una buena esperanza en que Dios nos perdonará. No actuemos como Caín, diciendo, “Más grande es mi culpa que lo que pueda perdonárseme” (Génesis 4, 13). De igual manera, Judas, aunque confesó ante los jerarcas que había vendido sangre inocente, no obtuvo ningún provecho de esas palabras, al haber perdido ya toda esperanza.

Limpiemos nuestros pecados, confesándonos ante el sacerdote con temor y corazón contrito, como si nos halláramos frente a Dios. No culpemos a otros, no nos justifiquemos diciendo que pecamos por necesidad o porque no nos quedaba otra salida, porque de nada nos servirá esa confesión, como le pasó también a Adán. Porque queriendo Dios llevarlo al arrepentimiento, en lugar de reconocer su falta, Adán lo culpó por haberle dado la mujer.

Confesémonos con una buena esperanza en que Dios nos perdonará. No actuemos como Caín, diciendo, “Más grande es mi culpa que lo que pueda perdonárseme” (Génesis 4, 13). De igual manera, Judas, aunque confesó ante los jerarcas que había vendido sangre inocente, no consiguió nada con esas palabras, al haber perdido ya toda esperanza.

Confesémonos, convencidos de no volver a pecar. Recordemos al faraón, quien se confesó diciendo, “he pecado contra Dios” (Éxodo 10, 16), pero no le fue de ningún de beneficio, porque no estaba convencido de no volver a errar. Esa fue su perdición. Entonces, tengamos esa esperanza, sabiendo que si nos confesamos con sinceridad y decididos a no volver a repetir nuestras faltas, Dios nos va a perdonar y escucharemos, como David: “Dios ha perdonado tu pecado y no morirás” (II Samuel 12, 13)

 

(Traducido de. Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul Românesc, Editura Episcopiei Dunării de Jos, 1998, pp. 245-246)