Confiemos en obtener la paz de Dios, con cada pensamiento, deseo y acción
El que camina hacia el estado de tranquilidad, sin alejarse de él, recibe carismas espirituales en abundancia. Los Santos Padres, quienes alcanzaron ese estado, hallándose bajo el amparo de la gracia divina, vivieron largamente.
El que camina hacia el estado de tranquilidad, sin alejarse de él, recibe carismas espirituales en abundancia.
Los Santos Padres, quienes alcanzaron ese estado, hallándose bajo el amparo de la gracia divina, vivieron largamente.
Cuando el hombre alcanza ese estado de paz, puede transmitir a otros la luz que alumbra su mente. Ante todo, debe repetir las palabras proféticas de Ana: “No digan tantas palabras altaneras, ni salga de su boca la arrogancia” (I Samuel 2, 3).
Esa paz fue dejada por nuestro Señor Jesucristo a sus discípulos, como un tesoro invaluable, frente a Su divina Pasión: “Les dejo la paz, les doy mi paz” (Juan 14, 27). Sobre esta paz dice también el Apóstol: “Y la paz de Dios, que es mayor de lo que se puede imaginar, les guardará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”(Filipenses 4, 7). “Procuren estar en paz con todos y progresen en la santidad, pues sin ella nadie verá al Señor ” (Hebreos 12, 14).
Asimismo, debemos confiar, con cada pensamiento, en obtener la paz de Dios, exclamando siempre, junto a la Iglesia: “Señor, dígnate darnos la paz” (Isaías 26, 12).
(Traducido de: Un serafim printre oameni - Sfântul Serafim de Sarov, traducere de Cristian Spătărelu, Editura Egumeniţa, 2005, p. 326)