Consejos sobre la obediencia
La obediencia hace humilde al hombre y la humildad desvanece cualquier ataque de las tentaciones. Y en donde hay humildad, el demonio se disipa. Pero en donde hay orgullo y egoísmo, ahí también están los demonios, las tentaciones y las pasiones.
La obediencia nos ayuda a librarnos de la ansiedad, porque esta es como una forma de “tuberculosis” espiritual: poco a poco, al igual que el microbio de la tuberculosis envenena gradualmente la vida del hombre hasta llevarlo a la muerte, también la preocupación desmedida por las cosas de esta vida es como otro microbio que infecta al hombre y a su alma, hasta que, finalmente, le mata espiritualmente.
La obediencia le concierne a Cristo y de ninguna manera a aquel que sólo da órdenes. Y cuando el discípulo obedece sin reservas, única y solamente por amor a Cristo, es que su obediencia es agradable a Él. Obedezcamos, pues, por amor a Cristo, porque solamente así nuestro caminar será perseverante y justo para Él.
¿Hay algún hombre en este mundo que no haya errado o que no haya sido herido en la lucha con los demonios, las pasiones o el mundo mismo? Pero no debemos detenernos a ver esas heridas, sino mantener la mirada en nuestro destino. Con estas dos virtudes, la obediencia por amor a Cristo y la oración, podremos obtener Su amor. Y cuando el amor de Dios viene a nuestra alma, nuestro camino recibe mucha más luz. Es entonces cuando el amor de Cristo neutraliza cualquier dificultad y sentimos una enorme felicidad en nuestra vida.
La obediencia hace humilde al hombre y la humildad desvanece cualquier ataque de las tentaciones. Y en donde hay humildad, el demonio se disipa. Pero en donde hay orgullo y egoísmo, ahí también están los demonios, las tentaciones y las pasiones. Por eso es que la obediencia es la virtud más gratífica, porque arma al hombre con mucha humildad, cuando éste obedece conscientemente por amor a Cristo.