Palabras de espiritualidad

Creer y confiar siempre en Dios

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

¡Qué cosa tan grande es que el hombre sienta ya desde esta vida una parte del gozo del Paraíso!

¡Qué cosa tan importante es dejarse en las Manos de Dios! Las personas hacen planes y tratan de llevarlos a cabo, pero sin levantar las orejas, sin escuchar cuál es la voluntad de Dios y sin entenderse entre ellas. Debemos dejarnos conducir por Dios, con toda confianza, cumpliendo con nuestras responsabilidades con toda la fuerza de nuestra alma. El que no tenga la suficiente confianza como para abandonarse totalmente en Manos de Dios, mucho habrá de sufrir. Usualmente, las personas buscan primero el consuelo de los demás y, sólo al verse decepcionadas por estos, se acuerdan de Dios. Si no queremos sufrir, pidamos desde el inicio el consuelo divino, que es el único consuelo verdadero. No es suficiente con tener fe (entendida como la llana aceptación de la existencia de Dios, que no es suficiente para llevar una vida en Cristo, correcta, plena), sino que es necesario confiar en Dios. La confianza en Dios atrae Su auxilio. El cristiano cree y se entrega a Dios hasta la muerte, y así ve con claridad cómo la Mano de Dios viene y le salva.

Como dice el Apóstol Pablo, la fe es creer en lo que no podemos ver, no sólo en lo que podemos ver (Hebreos 11, 1). Cuando le confiamos nuestro futuro a Cristo, lo “obligamos” a ayudarnos. La confianza perfecta en las Manos de Dios tiene como madre a la fe, por la cual el hombre puede orar en silencio y recibir también los frutos de la esperanza. Se trata de una oración incesante que atrae el auxilio divino, en el momento en que es necesario. Así es como el hombre vive angélicamente y se alza glorificando: “¡Santo, santo, santo es el Señor!” (Isaías 6, 3). Y es que el hombre puede hacer de su vida un Paraíso, si confía en Dios, si lo alaba en todo y si acepta que Él le guíe como un Padre bueno. De lo contrario, hará de su vida un infierno. ¡Qué cosa tan grande es que el hombre sienta ya desde esta vida una parte del gozo del Paraíso!

(Traducido de: Sfântul Cuvios Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești. Volumul II. Trezvie duhovnicească, traducere de Ieroschimonahul Ștefan Nuțescu, ediția a II-a, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 298-299)