Cristo, el médico de nuestras almas
Debemos estar siempre atentos a la forma en que Cristo, el mejor médico para nuestras almas, cura la gangrena y limpia las secreciones de las heridas que ya apestan
Debemos estar siempre atentos a la forma en que Cristo, el mejor médico para nuestras almas, cura la gangrena y limpia las secreciones de las heridas que ya apestan. Recordemos la prodigiosa curación de San Pablo, quien se había desviado y, herido por la incredulidad con su celo desmedido por la ley, voluntariamente se supuso a la turbación, arrojándose a la oscuridad.
Después, siendo ungido por el Amor y pidiendo fuerzas, finalmente lo conoció (al amor) por medio de la contrición, cuando dijo: “¿Qué haré, Señor?”. Y escuchó: “Entra en Damasco y ahí se te dirá lo que debes hacer”.
Por eso, enmendándose con un ayuno de tres días, alivió su alma y creció en la oración. Posteriormente, con la imposición de manos por parte de Ananías y cayendo las escamas que le cubrían los ojos, pudo ver nuevamente con claridad.
(Traducido de: Sfântul Simeon Stâlpnicul din Muntele Minunat, Cuvinte ascetice, Editura Doxologia, Iași, 2013, pp. 86-87)