Cristo es el Mismo en todo lugar, y en todo lugar puedes clamar a Él
Bien puedes clamar: “¡Señor Jesucristo!”, o: “¡Señor, Señor, Señor!”. Dios entenderá que te era imposible detenerte a orar más, pero tú, ahí dónde estabas, supiste reconocerte como hombre Suyo.
Vivimos en grandes urbes llenas de ruido, trabajamos o estudiamos, deambulamos mucho… En semejantes circunstancias, ¿cómo cuidar nuestra mente y cultivar la oración?
—Querido hijo, no importa dónde vivas, no te detestes a ti mismo. ¡Como siervo de Cristo que eres, sin importar en dónde te encuentres, permanece con Él! En tu lugar de trabajo, si cumples con tus responsabilidades y eres honrado, eres un hombre de Cristo, porque es en Su Nombre que actúas con rectitud. Y si tienes un instante libre, bien puedes clamar: “¡Señor Jesucristo!”, o: “¡Señor, Señor, Señor!”. Dios entenderá que te era imposible detenerte a orar más, pero tú, ahí dónde estabas, supiste reconocerte como hombre Suyo.
También puede que, al orar, vengan algunos espíritus malignos y traten de distraerte. Pero no temas. Dios sabe desde antes qué le vas a pedir, pero le agrada que luches por ello. ¡No cedas, no renuncies por causa de las tentaciones! Recuerda: aunque te encuentres en la capital o en la aldea más remota, Cristo es el Mismo en todo lugar. Porque no es tanto el mundo quien trata de evitar que ores, sino el demonio. Cuando estás solo y no puedes orar, es porque el demonio te lo impide. ¡No olvides que nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino en contra de las fuerzas de la oscuridad! ¡Y es una lucha a vida o muerte!
(Traducido de: Ne vorbește Părintele Arsenie, ediția a doua, volumul III, Editura Mănăstirea Sihăstria, 2010, p. 115)