¿Cuál crees que es el sentido de esta vida?
No recibimos esta vida para distraernos, ni para celebrar, ni para entregarnos al juego y al placer.
Entendiendo la brevedad de nuestra vida terrenal y lo insustancial de las riquezas y los honores de este mundo, volvamos los ojos del alma, del engañoso atractivo de las cosas terrenales, a la perspectiva de la muerte que nos espera.
Lamentémonos ahora que tenemos tiempo: lavémonos, purifiquémonos con las lágrimas y con la confesión de nuestros pecados, mismos que han quedado escritos en el libro del amo de este mundo. Busquemos la redentora Gracia del Espíritu Santo. Sin duda, esto es lo que más necesitamos para poder atravesar sin obstáculos lo etéreo y alcanzar las puertas de las moradas celestiales. Utilicemos nuestras riquezas obtenidas injustamente (Lucas 11) —así es como llama el Evangelio a cualquier bien terrenal, debido a nuestra caída— para obtener los tesoros celestiales, practicando la caridad en abundancia. Utilicemos esta vida terrenal, este inmenso don de Dios, para el propósito con el que Él nos la concedió: para conocer al Señor, para conocernos a nosotros mismos y para trabajar lo que será nuestro destino en la eternidad.
¡No perdamos el tiempo! Utilicémoslo como es debido: no lo volveremos a recibir. Desperdiciar el tiempo es algo que no puede ocultarse. ¡Somos unos exiliados del Paraíso! No recibimos esta vida para distraernos, ni para celebrar, ni para entregarnos al juego y al placer. Esta vida se nos dio para matar, por medio de la fe, la contrición y la cruz, la muerte que nos mataba y para hacernos nuevamente con el Paraíso que perdimos.
(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancianinov, Cuvânt despre moarte, traducere de Adrian și Xenia Tănăsescu-Vlad, Editura Cartea Ortodoxă, 2007, pp. 172-173)