¿Cuál es el propósito de la Divina Liturgia?
Las disposiciones de la Divina Liturgia constituyen un ícono que representa un solo cuerpo de la obra del Señor en el mundo.
La celebración de la Divina Liturgia tiene como objeto la transformación de los dones del pan y el vino en el Divino Cuerpo y la Divina Sangre, y como propósito la santificación de los fieles, quienes con esto obtienen el perdón de los pecados y la herencia del Reino de los Cielos. Los medios que preparan y facilitan la realización de este propósito son las oraciones, los cánticos, las lecturas de la Santa Escritura, y en general todo lo que se oficia y se pronuncia durante la Divina Liturgia.
Dios nos da cual don todo lo que es santo, sin que nosotros le demos algo a cambio; sin embargo, Él nos pide que necesariamente nos hagamos dignos de recibirlo y guardarlo. Por eso, debe exisitir en la celebración de la Divina Liturgia los medios de preparación para este propósito. Estos son las oraciones y los cánticos que nos permiten recibir con dignidad la santiticación, para conservarla y permanecer con ella.
Esas oraciones elevan nuestros pensamientos hacia Dios, en tanto que los cánticos lo hacen apiadarse y mostrarnos Su misericordia. Por su parte, las lecturas nos enseñan tanto la bondad y el amor a los hombres de Dios, como Su justicia y Su juicio. Todo esto nos hace dignos de recibir y guardar los venerables Dones, lo cual es el objetivo de la Divina Liturgia, en tanto que a los sacerdotes los prepara para oficiar con merecimiento la santificación de los dones, que es el efecto de la Divina Liturgia.
Pero estos componentes de la regla de la Divina Liturgia nos santifican también porque nosotros vemos en ellos la obra salvadora y la Pasión de Cristo. Lo que precede al Sacrificio (la transformación de los dones) representa lo sucedido antes de la muerte del Señor, es decir, Su encarnación, el comienzo de Su predicación y Su vida pública, en tanto que lo que sigue al Sacrificio representa el descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, el regreso de los pueblos a Dios y su participación con Él.
En otras palabras, las disposiciones de la Divina Liturgia constituyen un ícono que representa un solo cuerpo de la obra del Señor en el mundo, haciendo que se presenten ante nosotros todas sus partes, de principio a final, según su curso normal. Todas las ceremonias realizadas en la Divina Liturgia nos llevan con el pensamiento a la obra redentora de Cristo, para que su presentación ante nosotros santifique nuestras almas, y así nos hagamos dignos de recibir los Santos Dones. Porque, tal como antes esta acción salvó al mundo de la muerte, también hoy, siendo siempre contemplada, enriquece y acerca a Dios las almas de aquellos que la tienen ante sus ojos.
Por eso fue que también se compuso tal representación simbólica de los actos del Señor, para que nos los recuerde y los presente ante nuestros ojos a lo largo de la Liturgia entera, de manera que con ellos se nos ofrezca no solamente una única visión, sino que también se nos inspire a sentirlos. Y así, con las almas llenas de estos pensamientos y teniendo el recuerdo vivo de los hechos del Señor, podamos comulgar con los Santos Dones, “resultando siempre más gloriosos” (II Corintios 3, 18).
(Traducido de: Sfântul Nicolae Cabasila, Tâlcuirea dumnezeieștii liturghii, traducere din greacă de Pr. Prof. Dr. Ene Braniște, Editura Arhiepiscopiei Bucureștilor, București, 1989, pp. 2-6)