¿Cuál es el propósito de mi vida?
Esto demuestra su buen estado de salud espiritual. No pensar en ello y no inquietarse, en plena juventud, es señal de indiferencia y de cierta insensatez.
Padre, ¿la inquietud de un joven por conocer su propósito de vida proviene de la falta de fe?
—No siempre. A menudo, los jóvenes a los que les interesa colocarse bien, pero manteniéndose cerca de Dios, se intranquilizan pensando en su propósito de vida. Esto demuestra su buen estado de salud espiritual. No pensar en ello y no inquietarse, en plena juventud, es señal de indiferencia y de cierta insensatez. Solamente que, quienes sientan ese desasosiego, no deben superar el límite, porque el demonio intenta sobredimensionar las cosas y convertirlas en estrés, para que la mente se mantenga siempre aturdida y confundida.
Para tranquilizarse, los jóvenes deben confiar en Dios, porque Él, como un amoroso Padre, actúa ahí donde nosotros, humanamente, no podemos hacer nada. (Los jóvenes) no deben apresurarse en tomar decisiones precipitadas para la forma de vida que quieren seguir. Conozco jóvenes que se agitan demasiado e intentan resolver todos los problemas de un tajo. Finalmente, se enredan más y terminan abandonando sus estudios. Por ejemplo, cuando aún tienen que finalizar sus estudios universitarios, empiezan a estresarse pensando en el futuro, así que postergan la facultad y, al final, todo resulta peor. Es imposible resolver todo de un solo golpe. No es así como se resuelven los problemas. Para tener éxito, lo primero que deben hacer es poner en marcha una limpieza general en su interior, ordenando todo. Deben esmerarse en obtener un diploma, encontrar un empleo, eventualmente prestar el ervicio militar... y, al llegar a la madurez, con la ayuda de Dios, tomar la decisión de formar una buena familia, si tienen esa inclinación, o tomar el camino del monasterio que elijan, si sienten ese llamado.
Por eso, a los jóvenes estudiantes que tienen tales inquietudes y que aún no han decidido que harán con su vida, les recomiendo que sigan estudiando, y sólo después emprendan aquello que su mente les dice que hagan. Si hay una buena disposición interior, Dios los ayudará poco a poco, hasta que puedan entender qué forma de vida es la mejor para ellos: el matrimonio o el monacato. Y entonces se llenarán de paz.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Viața de familie, Editura Evanghelismos, București, 2003, pp. 19-21)