¿Cuál es tu tesoro, hermano?
Del mismo modo en que los ríos no pueden hacer que el mar se rebalse, el codicioso jamás se sacia, por más que crezcan sus ganancias.
Evitemos acumular bienes que en poco tiempo nos serán completamente inútiles.
Del mismo modo en que los ríos no pueden hacer que el mar se rebalse, el codicioso jamás se sacia, por más que crezcan sus ganancias.
El codicioso se halla atado a las preocupaciones terrenales, como un perro encadenado a un muro.
El codicioso multiplica su hacienda y aún sigue queriendo más. Por eso, no deja de enriquecerse hasta que, finalmente, lo sorprende la muerte.
El codicioso llena su casa de cosas, sin pensar que no son más que basura.
Por el contrario, el hombre humilde acumula riquezas en el Cielo y, por su bendita esperanza, obtiene las promesas de Dios.
(Traducido de: Patericul Lavrei Sfântului Sava, Editura Egumenița, 2010, p. 146)