¿Cuán preparados estamos para encontrarnos con Cristo?
Si Cristo ha decidido venir al alma de cada uno de nosotros, significa que el hombre puede ser sincero, honrado, arrepentirse y alejar todo obstáculo.
Creo que lo que debemos tomar en cuenta, junto al arrepentimiento, es precisamente la palabra “preparados”. La expresión “hagan rectos los caminos del Señor” es un llamado a ser correctos, a ser sinceros frente a Dios. Él quiere entrar en nosotros. En consecuencia, no prepararemos otros caminos, otras sendas, sino nuestra propia alma. Dentro de ella todo debe volverse transparente. Y esto no consiste en otra cosa que la sinceridad, en ser sinceros con Dios.
Las justificaciones como, “¡Es difícil, no puedo, las cosas no son como antes!”, son sólo mentiras, engaños. Dentro nuestro existe mentira, hipocresía y quisiéramos ocultar la realidad. Pero si el Señor quiso venir al mundo, es porque quienes lo habitan pueden recibirlo. De lo contrario, no hubiera venido. Esto significa que todos tenemos esa capacidad de preparar nuestras almas para Él. Ciertamente, si Cristo decidió venir al alma de cada uno de nosotros, es porque sabía que el hombre puede ser sincero, puede ser honrado, puede arrepentirse en verdad, puede alejar todo obstáculo. ¿Acaso Cristo no nos conoce? ¿Acaso no nos comprende? ¡Desde luego que sí! Él no pierde de vista ninguno de nosotros. No vino sólo para unos, sino para todos y cada uno. Él quiere venir al alma de cada uno y vivir allí. El alma humana debe convertirse, pues, en una iglesia, para que en ella more el Espíritu Santo, por Su intercesión.
(Traducido de: Arhimandrit Simeon Kraiopoulos, Adame, unde ești? Despre pocăință, traducere de Preot Victor Manolache, Editura Bizantină, București, 2008, pp. 65-66)