Palabras de espiritualidad

Cuando Dios enciende la vela de nuestra vida

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Cuando llegamos a conocer lo que somos en realidad, cuando llegamos a realizar que tenemos un parentesco con Dios, que Él vive justo en nuestra estructura espiritual, que estamos en el umbral de una libre elección sobre nuestro concepto de vida, mismo que podría llevarnos a no ser agradables al mundo, entonces Dios enciende la vela e ilumina toda nuestra vida con la concepción cristiana sobre el mundo y la vida misma.

Cuando alguien se arriesga a dejarse conducir por la Providencia, en un arranque de amor a Dios, es decir, a sobrepasar conscientemente su propia condición humana —bajo la acción de la gracia de arriba, desde luego— puede ver desde aquí el aval de su perfección, en un sentimiento de libertad, como resucitando de entre los muertos.

El tiempo, la causalidad, el mundo, la vida y todas los peajes del conocimiento, llenos del tormento de la contradicción, se quedan aquí en la tierra, cual cáscara de huevo después de que el pollo ha nacido de ella, cual una fea oruga que, aparentemente muerta, se levanta en el colorido vuelo de una mariposa. Así somos también nosotros en las condiciones de esta vida, una veladora con aceite y mecha, pero aún sin encender.

Cuando llegamos a conocer lo que somos, que tenemos un parentesco con Dios, que Él vive justo en nuestra estructura espiritual, que estamos en el umbral de una libre elección sobre nuestro concepto de vida, mismo que podría llevarnos a no ser agradables al mundo, entonces Dios enciende la vela e ilumina toda nuestra vida con la concepción cristiana sobre el mundo y la vida misma.

 

(Traducido de: Părintele Arsenie Boca mare îndrumător de suflete din secolul XX, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2002, p. 138)