Cuando el alma se deja aturdir por los pecados del cuerpo
Adormecida y aturdida, el alma no conoce otro placer que aquel que viene por medio del cuerpo. Le agrada lo que desea el cuerpo, y lo que el cuerpo rechaza, también ella lo repudia.
En tanto peca con el cuerpo, el alma está como dormida, de tal forma que no se conoce ni a sí misma, ni a su Creador. El pecado la mantiene aturdida, como si le dira a beber un licor fuerte, y, ebria, yace en el cuerpo como en un lecho de enfermedad. Adormecida y aturdida, el alma no conoce otro placer que aquel que viene por medio del cuerpo. Le agrada lo que desea el cuerpo, y lo que el cuerpo rechaza, también ella lo repudia.
Un alma así no es conducida por la mente, sino por el cuerpo, y el cuerpo no es más que tierra ciega. Así, un ciego guía a otro ciego, hasta que ambos terminan precipitándose al abismo de la muerte.
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Episcopul Ohridei și Jicei, Cele IV așezăminte ale Sfântului Naum al Ohridei, traducere din limba sârbă Valentin-Petre Lică, Editura Predania, București, 2008, p. 13)