Cuando empieces a orar, recuerda...
No utilices tantas palabras para dirigirte a Él, porque a Dios no le gusta el palabrerío, sino que tengas una mente pura. Cuando ores, aparta de tu corazón cualquier maldad y perdona todo lo que tengas contra tu hermano.
Cuando te acerques a hablar con el Señor, póstrate con humildad ante Él y no le pidas lo que te parece que mereces. Y si te acuerdas de alguna buena acción que has realizado, escóndela, para que, por tu silencio, el Señor te recompense en mayor medida. Muéstrale ante todo tus pecados, porque Él borra las faltas que confesamos. Al orar, no te justifiques, para que no termines condenado como el fariseo.
Acuérdate, por ejemplo, de cómo oraba el publicano e imítalo, para encontrar el perdón de tus pecados. No le hables a gritos a Aquel que conoce todo lo que hay en tu interior; deja que sea tu corazón el que clame. No utilices tantas palabras para dirigirte a Él, porque a Dios no le gusta el palabrerío, sino que tengas una mente pura.
Cuando ores, aparta de tu corazón cualquier maldad y perdona todo lo que tengas contra tu hermano. Recuerdo que hay una especie de serpiente que, antes de dirigirse al manantial para beber, escupe todo el veneno que lleva en su boca.
Imita la sagacidad de ese animal y arroja todo el amargo veneno que haya en tu corazón.
Perdónale a tu hermano cien denarios para que a ti se te perdonen diez mil talentos. Y tal como deseas que Dios se comporte contigo, compórtate tú también con tu semejante. Llama siempre a Dios antes de empezar cualquier actividad y, al terminar, no te olvides de agradecerle.
(Traducido de: Sfântul Vasile cel Mare, Despre rugăciune, în vol. Învăţătură către fiul duhovnicesc, Editura Mitropoliei Olteniei, Craiova, 2007, pp. 40-41)