Palabras de espiritualidad

¿Cuándo es mejor callar que hablar?

  • Foto: Doxologia

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Analiza todo lo que te venga en el corazón decir, antes de que pase por la lengua y luego concluyas que era mejor no dejarlo salir. Es importante que sepas que muchas veces es mejor enterrar en el silencio algunas de las cosas que quisieras decir. Esto lo notarás sólo después de terminar de hablar.

No hables demasiado con esas personas a las que no les apetezca escucharte, para no desagradarlas y evitar que lleguen a aborrecerte, así como está escrito: “El que hable mucho llegará a ser odiado” (Eclesiástico 20, 8).

No hables severamente y con voz fuerte, porque es desagradable y das lugar a que los otros piensen que eres un necio y un presumido. No hables de tí, de tus negocios o de tus relaciones, si no es necesario hacerlo. Y cuando debas hacerlo, hazlo breve y concisamente. Si te parece que los otros también hablan demasiado sobre ellos mismos, no los imites, aún si crees que lo hacen con sinceridad y humildad.

Habla lo menos que puedas de tu semejante y de todo lo que le concierna, en todo lugar y momento (cuando hables, recuerda guardar el mandamiento de San Talasio: “Elige, de las cinco formas de hablar, sólo tres. La cuarta, utilízala sólo cuando haga falta... y la quinta, evítala a toda costa”Filocalia). Esos tres tipos de hablar, de acuerdo a Nicolás Katascliepinos, son “sí”, “no” y “por supuesto”. El cuarto es “duda” y el quinto, “lo oscuro”.

Habla de lo que sepas que es cierto o falso, mientras que de lo que dudes o desconozcas, no hables.

Como dice Vlemide en su Lógica, hay cinco clases de palabras: “nominales”, cuando nombramos a alguien; “pregunta”, cuando interrogamos; “petición”, cuando pedimos algo; “decisión”, cuando decidimos y hablamos con certeza e “imperativo”, cuando ordenamos algo, con autoridad. Utiliza, al hablar, sólo las primeras tres... las otras dos, no.

Sobre Dios habla con todo tu ser. ¡Sobre todo, de Su amor y bondad! Pero, con temor, tomando en cuenta que podrías equivocarte. Por eso, prefiere escuchar cuando otros hablen sobre Dios, guardando esas palabras en tu corazón.

Y sobre todo lo demás, cuando los otros hablen, que sólo alcance tu oído, pero que tu mente permanezca elevada hacia Dios. Incluso cuando es necesario escuchar al que habla, para que le puedas entender y responderle, mantén tu mente en el Cielo, allí donde vive tu Dios; piensa en Su altura y que Él puede ver siempre tu pequeñez.

Analiza todo lo que te venga en el corazón decir, antes de que pase por la lengua y luego concluyas que era mejor no dejarlo salir. Es importante que sepas que muchas veces es mejor enterrar en el silencio algunas de las cosas que quisieras decir. Esto lo notarás sólo después de terminar de hablar.

(Traducido de: Sfântul Nicodim Aghioritul, Războiul nevăzut, Editura Egumenița, Galați, pp. 81-83)

 

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