Cuando hablamos sin discernimiento…
Tienes que procurar mantenerte en un lugar más alto que las palabras de los hombres, para que ni los encomios ni las ofensas te afecten.
El calificativo de “loco” está terminantemente prohibido. El que llame “loco” a su semejante será castigado con el fuego del infierno. ¿Por qué? Porque basta con la simple mención de esa palabra, arrojada a la mejilla de tu prójimo, para desfigurarle la mente.
Es muy conocida la experiencia de un grupo de individuos que urdieron el siguiente “complot” psicológico: eligieron una víctima y se presentaron ante ella, en intervalos completamente irregulares, para espetarle en voz alta: “¿Qué te pasa? ¡Pareces otra persona! ¡Has cambiado muchísimo!”, y después irse. Unos le decían que tenía algo extraño, otros que lo suyo no era normal y que había que hacer algo al respecto… Y así sucesivamente, hasta que el último le sugirió que lo mejor era que se internara inmediatamente en un hospital neurológico y seguir un tratamiento. La pobre víctima, habiendo perdido por completo la paz e ignorando que todo era una trama organizada por los otros, terminó internándose en un hospital psiquiátrico. Cuando finalmente le explicaron que todo se trataba de una simple puesta en escena, el pobre individuo necesitó de un largo período de tiempo para volver a su estado normal. Saber la verdad apenas le ayudó a empezar a limpiar esa mente nublada sistemáticamente por la mentira.
Las palabras prohibidas orientan erradamente o desorientan. Luego, tienes que procurar mantenerte en un lugar más alto que las palabras de los hombres, para que ni los encomios ni las ofensas te afecten. Las palabras son auténticos seres vivos, capaces de cumplir con la función que les damos al pronunciarlas. Y, ya que son seres vivos, vida de la vida, jamás se separan de quien las pronuncia, acompañándolo hasta el Día del Juicio Final como si fueran sus hijos, con todas sus consecuencias. Si las confesamos con sinceridad y arrepentimiento, podemos revertir esa situación. El Sacramento de la Confesión es como un juicio, pero más indulgente. Lo que borra este juicio, no se presenta más en el otro, el Juicio de Dios. “Diez son los mandamientos de la sabiduría: callar 10 veces y hablar solo una, y poco”.
(Traducido de: Părintele Arsenie Boca mare îndrumător de suflete din secolul XX, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2002, pp. 77-78)