Palabras de espiritualidad

Cuando la avaricia se adueña de nosotros

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

En lo que es útil para nuestra alma somos muy avaros, pero en lo que nos daña somos extremadamente generosos. ¡Estemos atentos!

Si tienes dinero, lo malgastas —aún sabiendo que estamos en crisis— a diestra y siniestra, irreflexivamente, sin remordimientos, sin sentimientos de culpabilidad, pensando: “¡Es mi dinero, me lo gasto como me apetece!”. Puede que, de alguna forma, tengas razón... es tu dinero. Sin embargo, déjame preguntarte: “Si hubiera algo de compasíón en tu interior, un poco de amor al prójimo, ¿seguirías gastando sin juicio?”. No, porque el amor en tu interior te diría: “¡No es posible que malgastes así el dinero, mientras tu vecino no tiene ni pan para comer!”. Hijo, no dejes al pobre sin comer, como nos dice el Eclesiástico (4, 1). No le quites la vida al necesitado, no lo mates desperdiciando el dinero, porque bien podrías ayudarle a vivir. Luego, ¡no lo mates con la dureza de tu corazón, con tu avaricia, con tu codicia, con tu voracidad!

San Juan Crisóstomo, quien tenía un enorme amor al prójimo, les decía a sus fieles: “Esos que gastan insensatamente su dinero, comprándose mucho más de lo que necesitan para poder vivir, son culpables ante Dios. Tal desperdicio no quedará sin castigo, porque ese dinero Dios te lo dio para mantener tu cuerpo y ayudar a los pobres... pero tú lo malgastas neciamente. ¡Atentos a la forma en que utilizamos los talentos que se nos dieron!”, (Sobre el destino, Homilía VI). “Luego, utiliza correctamente tus bienes, para tener una ganancia doble, tanto con tu caridad como con tu buen juicio” (Sobre la viudez).

San Juan Crisóstomo también nos dice que, cuando le damos algo a nuestro hermano pobre, por Cristo, estamos poniendo nuestro dinero y toda nuestra heredad en un lugar seguro. La suma que damos es un ángel que nos cuida. Dice: “Ten otra bolsa junto a la tuya. Pon en ella dinero para los pobres, para Cristo. Así estarás cuidando de tu propia bolsa. Haz de tu casa una iglesia, porque allí en donde existe semejante bolsa, el demonio no puede acercarse. Ella es la seguridad de tu casa, un centinela mejor que todos los escudos, todas las flechas, todas las lanzas y todas las huestes de soldados” (Sobre la caridad, IV).

Luego, sabemos qué cosa tan importante es ayudar a nuestro prójimo, algo equivalente a ayudar al mismo Cristo (Mateo 25, 40). Sin embargo, cuando viene el momento de ayudar a alguno de nuestros hermanos pequeños (Mateo 25, 40), algo nos pasa. Nos inunda la avacicia, nos tiembla la mano y, si finalmente le damos algo, cuanto menos, mejor. Sin embargo, si se trata de salir a gastar, “tiramos la casa por la ventana”. En otras palabras, en lo que es útil para nuestra alma somos muy avaros, pero en lo que nos daña somos extremadamente generosos. ¡Estemos atentos!

(Traducido de: Arhimandritul Vasilios Bacoianis, Creștinismul în fața crizei economice, Editura de suflet, Editura Tabor, București 2011, p.65-68)