Palabras de espiritualidad

Cuando la ciencia nos habla de la omnipotencia creadora de Dios

  • Foto: Anda Pintilie

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La hipótesis del azar creador de la vida me parece, ante la creación divina, cada vez menos probable, a medida que la realidad se revela en su asombrosa complejidad. En el lenguaje de las probabilidades, “poco probable” es igual a cero.

Antes de que existiera la cibernética, era posible que los científicos ateos siguieran buscando excusas. Aunque Bettex, ya desde el siglo pasado, decía que la falta de fe es explicable en las personas simples e incultas, pero no en los científicos. Hace más de tres siglos, dirigiéndose a los eruditos, Bacon les reprochaba que no pudieran concebir la idea del Padre, y que, como dicen aquellas palabras del Evangelio: “se extravían, porque desconocen las Escrituras y el poder de Dios”.

La cibernética ha demostrado de forma contundente lo que el incesante progreso de las ciencias antes revelaba con más lentitud: la necesidad de un Gran Programador. La Biología, finalmente, admite que los analizadores (como los de la vista) entran en acción según un programa establecido previamente (“innato”, dice Monod) y que transmiten solo selectivamente —hay neuronas especializadas únicamente en la visión de líneas rectas, por ejemplo—, examinando la realidad de cada situación de acuerdo con criterios preexistentes.

¿El código genético? Fijo e invariable, “programado”. ¿La constitución del átomo? Solamente según determinados modelos arquetípicos, “programados”. ¿El lenguaje? Estructurado también, como el inconsciente, según un programa. ¿La invariabilidad de las especies? También prueba de unos límites previstos. ¿La red de los lazos de parentesco? Con numerosas variantes, pero no infinitas; luego, estructuras, programación.

Estas son visiones cibernéticas del mundo, es decir, distintos reconocimientos de un modelo. ¿Son cosas espontáneas o casuales? ¡En absoluto! La cibernética es la prueba suprema, racional y científica, de la creación; la noción universal de programación no admite ninguna duda en relación con la exisntencia del Creador.

Desde luego, nada de esto abarca la necesidad de un salvador que debía encarnarse. Esto queda más lejos, bajo el signo de la libertad. Estamos hablando del acto más valioso de la humanidad, el más diferenciador y el más anti-entrópico. El acto de fe, tan anti-destino como el Arte para Malraux, como tan anti-historia para Mircea Eliade.

La hipótesis del azar creador de la vida me parece, ante la creación divina, cada vez menos probable, a medida que la realidad se revela en su asombrosa complejidad. En el lenguaje de las probabilidades, “poco probable” es igual a cero.

(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Jurnalul fericirii, Editura Mănăstirii Rohia, Rohia, 2005, p. 169)