Cuando la tristeza y el temor a la muerte vengan a acecharnos…
Agradécele a Dios por el hecho de que, hasta el día de hoy, has gozado de Sus bondades, Su piedad, Sus bendiciones.
Cuando, hallándote tu lecho de enfermo, tu alma se entristezca porque cree divisar la aterradora proximidad de la muerte, cálmate y consuela tu afligido, desconsolado y triste corazón, con estos pensamientos: “Tú, Señor, desde lo profundo de Tu sapientísimo amor a la humanidad haces todo y le das a cada uno lo que necesita”.
Y convéncete de que Dios nos da todo por nuestro bien: la vida y la enfermedad, las aflicciones, las tristezas, la muerte, etc., de tal forma que no podríamos anhelar nada mejor. No digas: “¡Aún es muy temprano para morir! ¡Quisiera vivir, para glorificar a Dios, para seguir alegrando a mi familia y a mis amigos! ¡Quisiera seguir viendo la luz y endulzarme mucho más tiempo con las alegrías de este mundo!”. Agradécele a Dios por el hecho de que, hasta el día de hoy, has gozado de Sus bondades, Su piedad, Sus bendiciones. Tienes que someterte a Su voluntad; sin embargo, al mismo tiempo, tampoco pierdas la esperanza de que Él te concederá de vivir un poco más.
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Cum ne mântuiește Dumnezeu, Editura Sophia, București, 2012, p. 8)