Cuando nos habla nuestro ángel custodio…
Arrojé ambas pistolas y, retrocediendo un paso, dirigí la mirada al Crucifijo que había en la pared. Un torrente de lágrimas empezó a brotar de mis ojos…
Desesperado, tomé las dos pistolas (que siempre mantenía cargadas), decidido a quitarme la vida. Pero una voz que venía del corazón me dijo: “¡No desesperes! ¡Confía en la piedad de Dios, porque Él es generoso y compasivo con los corazones contritos! ¡Nunca tenemos que perder la esperanza, hasta el último momento de nuestra vida!”.
Obviamente, era la voz de mi ángel guardián. Arrojé ambas pistolas y, retrocediendo un paso, dirigí la mirada al Crucifijo que había en la pared. Un torrente de lágrimas empezó a brotar de mis ojos… Me postré de rodillas y lloré hasta quedarme profundamente dormido.
No sé cuánto tiempo pasó. Al despertarme, lo primero que hice fue ponerme de pie. Era ya temprano en la mañana y a mi alrededor no había nada de lo que hasta ese momento había temido. Todo estaba en su lugar y en mi alma reinaba una inmensa paz. “¡Señor!”, pensé, “¡qué grande es Tu misericordia!”. Al día siguiente fui a comulgar y después la paz no volvió a irse de mi interior.
Simeon Yanovski, quien posteriormente sería conocido como el Hieromonje Sergio.
(Traducido de: Cerească Înțelepciune de la cei de Dumnezeu luminați Dascăli despre Cum să biruim deprimarea, ediția a 2-a, traducere de Constantin Făgețan, Editura Sophia, București, 2008, pp. 121-122)