Cuando oremos, debemos hacerlo con esperanza y perserverancia
Cuando queramos pedirle algo a Dios, debemos hacerlo con insistencia, incansablemente, como lo hizo aquella viuda que logró que un juez injusto atendiera su petición.
“En verdad, en verdad os digo: lo que pidáis al Padre os lo dará”, dice el Señor. De hecho, hace un énfasis que llama mucho la atención: “En verdad, en verdad os digo”. ¡Qué vergüenza que no sepamos aprovechar esta promesa tan llena de verdad! Y bueno sería si se tratara solamente de vergüenza, pero es que también arrojamos sobre la misma promesa una sombra de duda, pensando que se trata de algo demasiado grande y difícil de realizar. No, toda la culpa es nuestra; en primer lugar, por el hecho de ignorar que somos unos infieles siervos de Cristo, y que es nuestra propia conciencia la que nos impide no nos permite esperar alguna misericordia por parte de Dios. Además, si alguna vez intentamos pedirle algo a Dios con nuestra oración, lo hacemos con el alma titubeante, mencionando someramente lo que queremos, una o dos veces, y después dejamos de insistir, pensando: “De todos modos, Dios no me escucha”. No, hermanos. Cuando queramos pedirle algo a Dios, debemos hacerlo con insistencia, incansablemente, como lo hizo aquella viuda que logró que un juez injusto atendiera su petición. Los que saben orar de verdad, cuando quieren pedir algo, también ayunan, hacen vigilias, se privan de muchas cosas, y sólo después piden, pero no un día ni dos, sino meses, años enteros, porque saben que en algún momento vendrá lo que han estado pidiendo. A estos debemos imitar, si queremos avanzar en la oración.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Tâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, Traducere din limba rusă de Adrian şi Xenia Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, 2011, p. 49)