Cuando perdemos la dimensión del pecado…
Nos engañamos continuamente, considerando como pecado solamente la “gripe” habitual del mundo (es decir, el desenfreno), en tanto que ignoramos otras cosas que son mucho más perjudiciales.
Los Santos Padres nos enseñan que cualquier desviación del bien es considerada pecado (porque también el niño puede caer en la ira y la envidia). El Santo Profeta David se lamenta “en el pecado me concibió mi madre” (Salmos 50), ¿y nosotros, quienes hemos envejecido en el mal, decimos que no cometemos faltas? Y, en las Tablas de la Ley, ¿cuántos mandamientos nos dio Dios hasta el séptimo de ellos (no fornicar)? ¿Y las nueve Bienaventuranzas del Santo Evangelio? ¿Es que el Señor bendice solamente a los puros de cuerpo? Pero es que ni siquiera los menciona, porque si no tienes un corazón puro, tampoco tu cuerpo será puro, mucho menos tu alma. Contamos con cientos de testimonios de esto y nosotros nos engañamos continuamente, considerando como pecado solamente la “gripe” habitual del mundo (es decir, el desenfreno), en tanto que ignoramos otras cosas que son mucho más perjudiciales. ¿Pero es que tose solamente el que está enfermo? ¿Cuántos no sufren de tuberculosis o cáncer espiritual? Y, si no tosen o escupen, ¿significa que no están enfermos?
(Traducido de: Sfântul Ioan Iacob de la Neamț - Hozevitul, „Pentru cei cu sufletul nevoiaș ca mine...”, Editura Doxologia, Iași, 2010, p. 387)