Palabras de espiritualidad

Cuando perdono, comienzo a amar

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

El perdón es un acto de amor. Si perdono a alguien, empiezo a amarle.

Debe restaurarse la comunicación entre las personas. Y esto es posible solamente por medio de la compasión, sufriendo por los demás, sacrificándonos por ellos. Sólo así podemos abrir la puerta del otro. Las personas suelen desconfiar mucho. Sólo una muestra de amor, que puede llegar hasta el sacrificio de sí mismo, puede doblegar el corazón del otro. Con esto, además, estamos imitando a Cristo. Pero esta “imitación” de Cristo es más un unírsele a Él. Es necesario que Cristo se inserte en nosotros y nos renueve en Sí mismo, de acuerdo a lo que Él es: nuestro modelo original. El perdón está relacionado con entender la debilidad del otro y la nuestra, así como con la necesidad que tenemos del otro. ¿Por qué no perdonarle, si yo mismo estoy lleno de pecados? ¿Y quién podría decir que ha hecho todo lo que podía por los demás? Aunque sé que el otro está enfermo, por comodidad digo que estoy cansado. Pero predico todo el tiempo, porque no cumplo con mis obligaciones para con los demás. Talvez no les haga el mal, pero tampoco les hago el bien, y esto significa dejar a los otros en su soledad y debilidad. Muchas veces el otro necesita ser alentado, ayudado, consolado... pero no lo hago; sigo siendo un pecador. ¿Entonces, por qué no perdonar a los otros? ¿Para qué pretender de los demás lo que yo mismo no soy capaz de dar?

Venimos a la iglesia a pedir el perdón de nuestros pecados. Necesitamos del perdón de Dios, porque somos conscientes de nuestro estado de pecadores. Tenemos muchas deudas ante Dios y ante los demás, hijos Suyos, y no podemos pagarlas. Un padre de la antigüedad decía que el hombre se siente perdonado cuando deja de pecar, cuando siente la fuerza que Dios le da para dejar de pecar. El perdón no es pagar algo. Es la fuerza de Dios que el hombre siente venir a través suyo. Una vez confesamos nuestro pecado y recibimos el perdón de Dios, por medio del sacerdote, sentimos la necesidad de decir: “ahora me siento mejor, siento la fuerza de Dios en mí; siento que Él se alegra por mí”. Cuando dejo de juzgar al otro y cuando le perdono, me comienza a parecer agradable como persona. Mi relación con él cambia. Esto sucede cuando Dios me perdona. San Cirilo de Alejandría decía: “Dios nos mira como a Sus hijos”. Él ve la faz de Su Hijo en nuestros rostros. Por eso, dice San Cirilo, debemos pedirle a nuestro Señor Jesucristo que podamos alcanzar ese estado de sacrificio, de ser capaces de entregarnos completamente ante el Padre. Entonces podremos sentir Su amor. Y es que el perdón es un acto de amor. Si perdono a alguien, empiezo a amarle. Nos podemos “incorporar” a Jesús, invocándolo, llamándolo. Recibimos, entonces, la comunicación de Su amor compasivo por todos los demás. Recibimos Su disponibilidad para entregarse. Pidiéndole a Jesús, comulgamos de Aquel que se halla permanentemente dispuesto a entregarse.

Y no somos nosotros quienes entramos en ese estado de sacrificio. No está entre nuestras capacidades. Sólo Él tiene esa incesante disposición. La compasión es “desintegrarme interiormente por los demás”. Cristo mantiene siempre tal disposición. Su Gloria eterna es la gloria del amor que se entrega desinteresadamente y con alegría para ayudar a los demás. Cuando nos entregamos a los demás y por los demás, con amor, nos volvemos verdaderamente humanos. Esta compasión es capaz de vencer a la misma muerte. Es un amor más fuerte que la muerte. Muriendo Él mismo en la Cruz, Cristo derrotó a la muerte. Por eso, la entera experiencia del perdón se identifica, en distintos grados, con la experiencia de la resurrección. Y ese sentir espiritualmente la relación cn Cristo es una experiencia de mi comunión con el Cristo resucitado, por medio del cual podemos ya gustar parte de la resurrección. Cuando perdono al otro, cuando soy perdonado, avanzo hacia la resurrección. El Espíritu Santo, Quien nos ayuda a restablecer la comunión por medio del perdón, actualiza, en una experiencia cada vez más lúcida, eso que conocíamos del Cristo resucitado, solamente por la fe. Nos hace sentir, espiritualmente, nuestro lazo con Cristo. Gustando así de la vida eterna, anticipamos la resurrección universal para la cual debe prepararse la creación entera. La Iglesia ayuda a los hombres en esta obra de preparación personal y universal, para su resurrección en comunidad y la transfiguración del mundo.

(Traducido de: Pr. Dumitru Staniloae, Pr. Marc-Antoine Costa de Beauregard, Mica Dogmatică vorbită, dialoguri de la Cernica, Editura Deisis, Sibiu 2007)