Cuando quieras empezar una buena obra, prepárate primero para las tentaciones que van a venir sobre tí. Enfréntalas con valor y no permitas que tu fe en Dios se vea afectada.

Cuando el hombre empieza a vivir con una fe fuerte, el enemigo del bien lo provoca, usualmente con diferentes y terribles tentaciones, para que aquel, asustándose, deje de hacer el bien que se ha propuesto. Pero, si no te preparas para enfrentar las tentaciones, entonces, guárdate de practicar las virtudes. Porque el que duda de la ayuda de Dios, aún sin ser tentado, le teme hasta a su propia sombra. La conciencia propia debe ser maestro y testigo para cada uno.

Cuando hagas algo, no pronuncies una sola palabra sin pensarlo bien. Todo lo que hagas de prisa nunca será algo bueno.

Hasta que no conozcas bien a tu amigo, no le reveles tu secreto. El amigo lisonjero puede llegar a convertirse un enemigo para ti.