¡Cuántas veces nos engañamos, sin aprender la lección!
Recuerda que no sólo una vez te has engañado; por eso, evita caer nuevamente, para no convertirte en tu propio adversario y despiadado asesino.
Soporta el hambre y la sed de turbada avidez, para que no obtengas tan sólo perjuicio, cayendo luego en gran aflicción y tristeza. Recuerda que no sólo una vez te has engañado; por eso, evita caer nuevamente, para no convertirte en tu propio adversario y despiadado asesino.
No te sometas a las trivialidades y a los vicios del cuerpo, más bien transforma el ansia física de comer y beber en un deseo de lo divino, para que la normal añoranza de Dios aleje de tu alma el anómalo empalago físico, otorgándole a tu alma el consuelo que necesita. Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4, 4).
(Traducido de: Sfântul Dimitrie al Rostovului, Alfabetul duhovnicesc, Editura Sophia, București, 2007, p. 40)