¡Cuánto amor hace falta en el mundo!
Los santos ven en la persona humana un misterio grande y maravilloso, y por eso intuyen en ella la posibilidad de vencer cualquier estado de pecado. Estas posibilidades se actualizan por medio de la fuerza del amor.
Admirando la belleza de la imagen se puede avizorar también su realización en la semejanza, que es la belleza divina. De ahí la inexplicable actitud, para los demás, de aquel que ama. Este no percibe los defectos ni las imperfecciones de la persona amada, porque le admira lo bello de la imagen divina en el hombre, y se asombra aún más por la delicadeza realizable de la imagen en la semejanza. Porque “solamente quien ama puede ver al ser amado tal como es en realidad” (P. Dumitru Staniloae).
¿Quién odia más al pecado que los santos? Y, sin embargo, los santos no ven los pecados de los demás. Y no es que no quieran verlos, sino que no pueden verlos debido al amor que sienten. Los santos ven en la persona humana un misterio grande y maravilloso, y por eso intuyen en ella la posibilidad de vencer cualquier estado de pecado. Estas posibilidades se actualizan por medio de la fuerza del amor. Por eso es que también San Isaac el Sirio dice que, amando al otro, “plantas en él la semilla de la virtud”. El amor comprende lo que se le ha dado virtualmente al hombre, la posibilidad única de transformarse, y lo ayuda a cambiar realmente.
Pensemos ahora en lo siguiente, en algo que no es ni utópico ni irrealizable: que los cristianos pudieran considerar con toda seriedad y esforzarse sinceramente y con todas sus fuerzas en cumplir el más santo mandamiento de nuestro Señor: “Amaos los unos a los otros, tal como Yo os he amado”. ¡Qué transformación tan radical sufriría la sociedad humana! Porque, si todos amáramos a alguien, sería casi imposible que esa persona actuara mal; así, todos seríamos buenos. Esto es algo absolutamente realizable, insisto, porque el mandamiento evangélico del amor es algo que nos fue dado a todos, y Dios jamás nos ordenaría algo imposible de cumplir. Por eso, si vemos que cada vez hay más cosas malas en el mundo y a nuestro alrededor, es que “el amor se ha enfriado en muchos”, porque “en el estado de maldad de cada uno está implicada la falta de amor de los demás”.
(Traducido de: Ieromonahul Petroniu Tănase, Chemarea Sfintei Ortodoxii, Editura Bizantină, București, 2006, pp. 86-88)