¿Cuánto de lo que tenemos se lo damos a Dios?
Dios nos ha otorgado extendernos sobre la faz de Su tierra, para que la trabajemos. Aramos, sembramos, regamos, cuidamos y cosechamos. Pero la tierra es Suya. La lluvia viene de Él. El viento y las demás condiciones para que broten los frutos le pertenecen a Él.
He aquí que Dios nos ha dado un trabajo, también la salud necesaria para poderlo ejecutar. Además, nos dio la capacidad de llevarlo a cabo y Su auxilio cuando sea necesario. Por todos estos dones recibidos de parte Suya, que valen tanto en comparación a lo que realmente hacemos nosotros, sería justo que compartiéramos al menos la mitad de nuestra ganancia con Dios, porque es lo mínimo que le corresponde. Dios nos ha otorgado extendernos sobre la faz de Su tierra, para que la trabajemos. Aramos, sembramos, regamos, cuidamos y cosechamos.
Pero la tierra es Suya. La lluvia viene de Él. El viento y las demás condiciones para que broten los frutos le pertenecen a Él. Nuestras fuerzas y nuestra salud, nuestras habilidades, todo le pertenece a Él. Entonces, como dije, al menos la mitad de lo nuestro le corresponde (Lucas 20, 10). Pero, en realidad, ¿cuánto le damos a Dios de nuestro salario o de nuestra cosecha diaria?
(Traducido de: Un mare mărturisitor creștin: Preotul Constantin Sârbu, Editura Bonifaciu, București, 2008, p. 191)