¿Cuánto de mi tiempo se lo dedico a Dios?
No importa si vivo en un monasterio o si me desenvuelvo en el mundo, es muy importante detenerme a pensar: ¿Cuánto de mi tiempo se lo dedico a Dios? ¿No será que me lleno la mente con toda clase de preocupaciones y dejo a Dios en un segundo plano?
“Cualquiera que sea tu trabajo, no es pesado si estás con Dios”, afirma el monje Paisos de Pângărați.
De acuerdo a estas palabras, si no estás con el Señor, un día de obediencia en la cocina o en cualquier otro lugar del monasterio, te parecerá complicadísimo. Dios te deja solo algunas veces para que vengas a buscarlo y desees encontrarlo. Sin embargo, debido a todas tus debilidades y vicios, terminas alejándote siempre de Él. Entonces, ¿cómo puede atraerte para que vuelvas a Él? Por medio de toda clase de aflicciones, sufrimientos, tentaciones. Y aunque en esos momentos te parece que nadie te entiende y que nadie te ama, de hecho, todos te entienden y te aman.
Luego, al llegar a tu celda, te recuerdas de lo que pasó en el día: que tal hermana te dijo no sé qué, que cierto hermano te vió de una manera extraña, etc. Y, aunque no lo veas, en todos esos pensamientos se esconden muchísimas mentiras, especulaciones, cosas que sólo a tí te parecen ser ciertas y que sólo quieren distraerte de Dios, para que no ores, para que no le dediques tu tiempo. Como decía el Padre Stárets, si queremos orar, hagámoslo con atención. ¿En dónde está nuestra mente cuando oramos? Cuando oramos con la mente o con la boca, nos cansamos. Cuando la oración llega al corazón, no nos cansamos más.