¿Cuánto habré de sufrir, Señor, si no te amo?
¿Acaso es insignificante el dolor de no amarte? ¡Ay de mí! Dime, por Tu inmensa misericordia, ¿qué eres Tú para mí?
para olvidar mis maldades y abrazar mi único bien, que eres Tú?
¿Qué eres Tú para mí? Apiádate de mí para que lo pueda decir. ¿Quién soy yo mismo para Ti, para que me ordenes amarte y, si no lo hago, enfadarte conmigo y amenazarme con terribles sufrimientos?
¿Acaso es insignificante el dolor de no amarte? ¡Ay de mí! Dime, por Tu inmensa misericordia, ¿qué eres Tú para mí?
Dile a mi alma: “Yo Soy tu salvación”. Concédeme correr tras Tu voz y alcanzarte. ¡No me escondas Tu rostro!
Que muera yo para que no muera y así poder verlo.
(Traducido de: Fericitul Augustin, Mărturisiri, traducere de Pr. Prof. Nicolae Barbu, în Părinți și Scriitori Bisericești, vol. 64, Editura Institutului Biblic și de Misiune al Bisericii Ortodoxe Române, București, 1985, p. 65)