¡Cuidado con la falsa humildad!
La verdadera humildad es la sabiduría espiritual. Es un don de Dios; es, además, obra de la Gracia Divina en la mente y el corazón del hombre.
“Que nadie los engañe con una falsa humildad”, dijo el Santo Apóstol Pablo.
La auténtica humildad radica en la obediencia y la sumisión a Cristo.
La verdadera humildad es la sabiduría espiritual. Es un don de Dios; es, además, obra de la Gracia Divina en la mente y el corazón del hombre.
También hay una “humildad” según lo que le apetece al individuo; esta es la que se fabrica el alma que ama la vanagloria, el alma engañada por una enseñanza falsa, el alma que se lisonjea a sí misma, el alma que busca los halagos del mundo, el alma que pone toda su esperanza en la prosperidad material y los placeres terrenales, el alma que se ha olvidado de la eternidad y de Dios.
La “humildad” que se confecciona el hombre según su propio gusto, está conformada por toda clase de artificios, por medio de los cuales la vanidad humana se esmera en extraer cierta humildad de este mundo ciego, de este mundo que ama solamente lo suyo, de este mundo que ensalza el vicio, cuando el vicio se pone la máscara de la virtud, de este mundo que odia la virtud, cuando la virtud se presenta ante ellos en su santa simplicidad, en su santa e inamovible sumisión al Evangelio.
No hay nada que se oponga más a la humildad de Cristo, que la “humildad” ficticia, según lo que nos apetece, la “humildad” que rechaza el yugo de la obediencia a Cristo y que, usurpando todo lo que es santo, le sirve al maligno bajo la apariencia de un falso servicio a Dios.
(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancianinov, Despre înșelare, Editura Egumenița, Galați, 2010, p. 109)