¡Cuidado con los malos pensamientos!
Un solo pensamiento errado carcome la mente del hombre como un gusano, dañando silenciosamente su alma.
Quien se considere a sí mismo una persona justa, porque no comete adulterio, no ha matado a nadie y no ha robado, se equivoca de una forma atroz. Porque no solamente esas cosas son pecado, sino que hay un sinnúmero de faltas y pecados que nos impiden la salvación del alma. Todos los pensamientos ocultos de orgullo, de incredulidad, de duda, de envidia, de celos, de curiosidad, de hipocresía y de deseo, constituyen ya un pecado… ¿y quién no los ha experimentado? ¿Quién se ha librado de ellos para siempre? Entonces, tenemos que luchar todo el tiempo contra esos pensamientos que provienen del demonio. El egoísmo, en general, el amor a sí mismo, es un grave pecado que suele ocultarse dentro de nuestra alma. El amor propio, el interés propio sofoca la vida de nuestra alma. ¿Hay alguien entre nosotros que se sacrifique por el otro, que se esfuerce por el otro, que ofrezca todo lo que tiene al otro? (...)
No basta con luchar contra los pecados más graves, sino que tienes que luchar incluso contra los pensamientos impuros aparentemente más insignificantes. Un solo pensamiento errado carcome la mente del hombre como un gusano, dañando silenciosamente su alma. Por tal razón, el hombre que se lamenta de su debilidad, argumentando que la fuerza del demonio es más grande y que por eso domina definitivamente al desdichado que cae en sus garras, está acusando a Dios de ser injusto.
(Traducido de: Sfântul Macarie Egipteanul, Pocăința sau întoarcerea la Dumnezeu, Editura Bizantina, București, 2010)