¡Dame, Señor, Tu alegría!
Si estamos ante Dios y hablamos con Él, con un corazón contrito, indudablemente recibiremos el consuelo que necesitamos. Y nuestro consuelo consiste en ser libres, en tener un corazón sin ataduras que arde de amor por el Señor.
Las pasiones son siempre sustitutos de la verdadera alegría espiritual. En esta vida necesitamos de la alegría, y el Señor vino al mundo precisamente para darnos la alegría, pero esta tiene que ser total, como dice Él Mismo en el Evangelio según San Juan. Así pues, necesitamos de la alegría, porque fue para esta que fuimos creados por Dios. Pero la auténtica alegría espiritual no es la misma que la alegría que este mundo puede ofrecerle a nuestra alma. La verdadera alegría espiritual significa tener un corazón libre, en el cual reina la paz de Cristo. Entonces, tenemos una verdadera alegría espiritual cuando nos libramos del dominio del maligno y de la influencia de los malos pensamientos y las tentaciones.
El sufrimiento será algo necesario hasta que nuestro corazón se purifique, hasta que se vea atravsado, herido, y empiece a dialogar verdaderamente con Dios. Creo que no debería que usar palabras tan grandes, porque ¿quién realmente tiene un corazón puro? Sin embargo, si estamos ante Dios y hablamos con Él, con un corazón contrito, indudablemente recibiremos el consuelo que necesitamos. Y nuestro consuelo consiste en ser libres, en tener un corazón sin ataduras que arde de amor por el Señor, tal como ardía el corazón de Lucas y el de Cleofás en el camino a Emaús, un corazón en el cual reina la paz y en el que resuena solamente la palabra de Cristo.
(Traducido de: Arhimandritul Zaharia Zaharou, Adu-ţi aminte de dragostea cea dintâi (Apocalipsa 2, 4-5) – Cele trei perioade ale vieţii duhovniceşti în teologia Părintelui Sofronie, Editura Doxologia, Iaşi, 2015, p. 205)