Palabras de espiritualidad

De cómo el amor al prójimo transformó un ladrón en monje

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Humillándose, el ladrón clamó al anciano: “¡Creo en Dios y de hoy en más dejaré de hacer tropelías; tampoco volveré a matar, ni a robar, sino que me iré contigo y me arrepentiré de todos mis pecados!”.

El monje Pafnucio, habiendo elegido una forma de vida ascética, nunca gustaba del vino. Pero sucedió que una vez, caminando en lo solitario, se encontró con un grupo de malhechores que se solazaban bebiendo.

El jefe de los bandidos, que sabía del monje, lo reconoció enseguida y se acordó que aquel hombre de Dios no tenía afición al vino. Así, viéndolo venir tan cansado por el esfuerzo de aquel día, le sirvió un vaso lleno, al mismo tiempo que con la otra mano tomaba la espada y le amenazaba, diciendo: “Si no te tomas este vaso de vino, te mato”. Entonces, el monje, sabiendo con su espíritu que lo que hiciera le ayudaría a ganarse para Dios aquel ladrón, tomó el vaso y se lo bebió completo.

Perplejo, el bandido sólo alcanzó a decir: “Perdóname, Padre... por haberte enojado”. Y el monje le respondió con serenidad: “Creo que Dios se apiadará de tí por este vaso de vino, en esta vida y en la que habrá de venir”.

Entonces, humillándose, el ladrón clamó al anciano: “¡Creo en Dios y de hoy en más dejaré de hacer tropelías; tampoco volveré a matar, ni a robar, sino que me iré contigo y me arrepentiré de todos mis pecados!”. Y alejándose de aquel grupo de malhechores, partió junto al monje, salvando su alma y viviendo en contrición el resto de sus días.

(Traducido de: Î.P.S. Pimen Arhiepiscop al Sucevei şi Rădăuţilor, Din cuvintele duhovniceşti ale Sfinţilor Părinţi, Editura Arhiepiscopiei Sucevei si Radautilor, Suceava, 2003, p. 94)



 

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