De cómo enfrentar los malos pensamientos
Si te enalteces con el pensamiento, creyendo que de hoy en más estarás libre de pensamientos y tentaciones, pronto caerás otra vez, con la primera tentación que surja en tu camino.
No creas que, apartando los malos pensamientos, estos simplemente desaparecerán. Sucede que, cuando rechazas esos pensamientos, los demonios se enfurecen más y redoblan sus ataques. Eso sí, por haberlos rechazado, tales pensamientos no tienen la misma fuerza de antes; empiezan a languidecer, carentes del cuidado y la atención que antes les ofrecías. Exiliados, su dominio se pierde. Y, junto con los tallos, mueren también los retoños, es decir las pasiones.
Pero, cuidado, que el simple hecho de cuidar nuestros pensamientos no extingue las pasiones. ¿Por qué? Porque son males del espíritu, parientes de los espíritus impuros, y solamente con la Gracia de Dios se les puede vencer. Y la Gracia se obtiene con la oración, la contrición y la humildad. Entonces, cada vez que en tu mente brote un mal pensamiento, arrepiéntete y pídele perdón a Dios. A continuación, aléjalo con el santo nombre de Cristo, que es un arma invicta en la lucha contra los pensamientos, para limpiarte de tus pasiones. Y es que lo único verdaderamente útil para vencer las tentaciones es la oración. Empieza, pues, con ella.
Si te enalteces con el pensamiento, creyendo que de hoy en más estarás libre de pensamientos y tentaciones, pronto caerás otra vez, con la primera tentación que surja en tu camino.
En consecuencia, hermano, tienes que hacerte como un comandante ante las tentaciones que nos rodean, siempre preparado para enfrentarlas, pero sin dejar de ser como un niño pequeño que corre a los brazos amorosos de su Padre, buscando protección.
(Traducido de: Jean-Claude Larchet, Ține candela inimii aprinsă, Editura Sophia, București, 2007, pp. 82-83)