De cómo la virtud o el pecado nos hacen ver a los demás como somos nosotros mismos
El hombre espiritual entiende al que es espiritual, en tanto que el pecador cree que todos los demás son pecadores como él.
Si tengo un corazón bueno y me mantengo en comunión con Dios, siento una permanente felicidad y soy capaz de ver el corazón del otro. Entiendo que X es una persona alegre, en tanto que Y tiene al maligno en su interior, y por eso se llena de pensamientos negativos y también de pecados. Veo incluso su infancia, sus primeros pasos en este mundo… veo todo eso en el espejo de mi corazón. Este es el carisma espiritual que recibe el hombre puro. (…)
Cuando el hombre tiene el don de la oración y vive de un modo íntegramente espiritual, puede percibir inmediatamente la presencia del maligno y de quienes le sirven. Al contrario, el que vive en pecado no entiende nada. Su vida se dispersa en todas direcciones y todo lo que emprende termina desmoronándose por la acción de las huestes del mal, aunque él crea que todo está bien en su vida. Le falta el discernimiento.
San Hesiquio continúa con esta idea y nos revela el hecho de que es posible que haya alguien que entienda al justo, al hombre espiritual, y se goce de su compañía. Y es que los espíritus se comunican entre sí. De esta manera, el hombre espiritual entiende al que es espiritual, en tanto que el pecador cree que todos los demás son pecadores como él.
(Traducido de: Arhimandritul Emilianos Simonopetritul, Sfântul Isihie. Cuvânt despre trezvie, Editura Sf. Nectarie, p. 178)