Palabras de espiritualidad

De cómo nos subyugan nuestras pasiones

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Como puedes ver, las pasiones están enraizadas en nuestro interior. El dictador más grande que tenemos en nuestro interior son nuestras pasiones. Ellas ordenan y nosotros ejecutamos.

Escúchame, porque te habla alguien que le quitaba el dinero de su pensión a una anciana, para poder comprar leche para mis hijos. ¿Es posible que esa leche fuera bendecida? ¿Ese pan podría ser bendecido? Y, sin embargo, cuando alguien sirve al pecado, muchas veces quiere agotar todas sus posibilidades.

Así pues, como puedes ver, las pasiones están enraizadas en nuestro interior. El dictador más grande que tenemos en nuestro interior son nuestras pasiones. Ellas ordenan y nosotros ejecutamos. La mente es oscurecida y, si no interviene la Gracia de Dios, el hombre no puede cambiar.

—Sí, entiendo. Pero, dime, Atanasio, ¿los pecados no se diferencian los unos de los otros? El robo del robo, la mentira de la mentira... ¿no hay ninguna diferencia?

—No, hermano mío, eso es desviarse del tema en sí. Ahora yo te pregunto: ¿tiene alguna relevancia el hecho de que la serpiente que te mordió midiera dos metros, o diez? ¿No es el veneno lo que importa? ¿Importa el tamaño de la serpiente? Es decir, ¿una serpiente venenosa de dos metros no te mata igual que una de diez?

(Traducido de Athanasios Katigas, Lacrimile pocăinței – Experiențele unui taximetrist. Întâmplări adevărate, Editura Doxologia, Iași, 2015, p. 108)